jueves, 12 de septiembre de 2013

Trabajo de literatura que me gusto mucho hacer: minicuentos

Eclipse
Lento girasol se mueve, anaranjado espera. Ella, sigilosa mira y contempla. Se encuentran, al fin, pasan, susurran y se separan. Sola ya se apaga un poco, carente de propia luz. Girando van, mirándose siempre, tocándose nunca.
Emilia Holstein
El lobo y caperucita
El lobo se sentó satisfecho, admirando su obra. Pensaba en los honores que recibiría al volver a casa. Aplausos, vítores, regalos, besos y abrazos. Seguro la loba que tanto deseaba al fin lo tendría en cuenta, se casarían por supuesto y serían muy felices juntos.  
Súbitamente, un hacha corta su vientre.
Emilia Holstein

Casi hirviendo
Absorbe, está caliente. Un mordisco de torta frita llega a su estómago, otro sorbo a su boca. Habla, sus labios como dos pétalos, se mueven con sencillez y facilidad. Pronuncia esas palabras, las palabras perfectas, las palabras que no quiero escuchar de ninguna otra persona."¿Querés mate?"
Violeta Goldfeder

Desmayo
“Tiene que ser mía" pensó. Calculó el movimiento de cada uno de sus músculos, la perfección de cada movimiento, hasta los de su boca, su lengua, sus párpados. Caminó, sonrió, pasó la mano por su cabello. Sus miradas se encontraron, cayó al suelo.
Violeta Goldfeder

Lluvia que realmente moja
Saltando van sus niñas botitas, de charco en charco, de risa en risa. Las gotas resbalan por su rostro mojándola un poquito de arriba. Juega contenta, uno, dos y tres. Se refleja en ellos, se mira, vuelve a saltar, arcoiris viejos la atrapan y le hacen cosquillas.
Sus ojos pegados al pavimento no advierten su llegada, así sin más ya no llueve.
Violeta Goldfeder y Emilia Holstein

Acto fallido
Cuchara con remedio, el peor uso de la cuchara. "Abrí la boca" me dijo la vieja. No quería, no abriría la boca. Me agarraron de a cuatro, como a un cerdo y me depositaron el remedio putrefacto en la lengua. Asqueada, con nauseas, se me acerca la misma "trague m'ija", lo próximo que pude ver fue la cara de la anciana contorsionada en una mueca de horror con el remedio deslizando por sus mejillas.                                                            

  Violeta Goldfeder y Emilia Holstein